Antes de salir de Albania algunas personas nos habían
advertido de que en Grecia no debíamos decir que habíamos pasado por su país
porque nos iban a mirar con malos ojos. Algo parecido leímos en internet y en
grupos de viajeros en facebook. Cualquier tipo de especulación tanto positiva
como negativa sobre la gente de un país es un prejuicio, y como dijo un gran
profe que tuve en la Universidad, “todas las personas que tienen prejuicios son
pelotudas. Tenemos que conocer, aprender y elaborar nuestros propios juicios,
nuestras propias opiniones y no guiarnos por malas o buenas experiencias de
terceros”. Lo anoté en el margen de un cuaderno de apuntes y me lo acuerdo casi
casi textual. Suelo tomar más anotaciones sobre las cosas que dicen los profes
y me hacen pensar en lateralidades que sobre la materia en sí. Como ejercicio
diario intento, con aciertos y errores, no prejuzgar a nada ni nadie y cuando
me doy cuenta que lo hago, doy marcha atrás.
Foto desde la isla en Ioannina |
Con esto
como punto de partida salimos a la ruta en Saranda, sur de Albania rumbo a
Ioánnina, norte de Grecia. Después de buscar un buen lugar para hacer dedo e
intentar sin éxito durante algunas horas se detuvo una traffic, y su pelado conductor
nos indicó en un rusticenglish parecido al nuestro que ningún auto nos iba a llevar
a Grecia porque los albanos no tienen permitido cruzar la frontera, que les es
muy difícil. Seguido a la explicación nos ofreció llevarnos a Gjirokarska, una
ciudad grande en Albania donde conseguiríamos algún colectivo barato que nos
cruce la frontera. Primero intentó pedirnos plata pero como se percató que
estábamos sin un peso (y sin Leks, la moneda albana) nos llevó igual.
Nasos, sus amigos y Seba - paseando por la isla |
Tarde
pero seguro pudimos subirnos al bondi (o bus, para algún lector amigo que
hayamos conocido en el viaje y no resida en Argentina) con destino a Yanina (es
la traducción al español de Ioánnina. Se los juro por Dalma y Ioánnina). Nos
separaban 60 y pocos kilómetros pero el viaje tardo dos horas y minutos. ¿Qué
pasó? La frontera, “the border”. Antes de pisar suelo griego nos hicieron bajar
para que nos revisen las mochilas, igual que les revisaron los bolsos a todos
los que viajaban en el bus. Después vino la parte de los pasaportes. Por alguna
razón se hablaban entre los policías mirando nuestros pasaportes, revisando
hoja por hoja, mirando los sellitos. Nos lo devuelven, volvemos a subirnos al
micro y en cuanto nos sentamos se sube otro policía de frontera solicitando a
“the argentinians”. Tranquilamente volvimos a bajar. Nos hicieron volver a
sacar nuestras mochilas, las volvieron a revisar entre dos policías mientras
otro miraba nuestros pasaportes. De nuevo. A todo esto el nerviosismo empezó a
hacerse presente dándonos unas palmaditas en los hombros y haciendo transpirar
nuestras manos. El chofer del bus se quería ir. Pasaron los minutos y vino otro
agente del orden que comenzó el interrogatorio: de que estábamos haciendo en
Grecia, que cuantos días nos íbamos a quedar, que a qué ciudades íbamos a ir y
varias cosas de nuestro viaje. Flor se quedó mirando que los que revisaban las
mochilas no hagan nada raro y yo tomé aire, me relaje, forcé una sonrisa y
descontracturé la situación contestándoles todo con buena onda, como si fuese
gracioso para mí que ellos me preguntasen todo eso. Les conté del viaje y de
que tenemos que hacer una investigación social en Dinamarca. Después de casi 50
minutos de idas y vueltas seguimos viaje. Los nudos de la espalda me los saca
magoya, claro.
Seguimos coleccionando atardeceres - Ioannina |
Seguimos coleccionando atardeceres - Ioannina, de nuevo :P |
Antes
de seguir contándoles del viaje como hacemos habitualmente, me quiero detener
en este párrafo a expresar mis pensamientos sobre lo ocurrido. Me resulta
curioso cómo la gente en general tiene esa aceptación casi divina por las
líneas divisorias, por lo limítrofe. Lo que separa el “vos” del “yo”, al griego
del albano. No hicimos ni 100 kilómetros, la gente se veía similar en cuanto a
sus rasgos pero nos detuvieron y nos interrogaron para entrar a Grecia. En
Albania ni nos sellaron el pasaporte. Es inevitable que se me venga a la mente
Argentina y Uruguay, dos países muy cercanos, con culturas casi idénticas pero
con líneas imaginarias que indican que una tierra es gobernada por unos y otra
por otros. Y esa división genera fricción entre la gente que se deja llevar por
nacionalismos y promesas de bienestar futuro cuando se excluyan a los
extranjeros de la tierra propia. ¿Qué es la tierra propia sino un cumulo de
leyes y burocracia? ¿Qué me diferencia de un uruguayo o de un griego sino la
azarosa situación de haber nacido en una tierra que posee nombre y apellido distinto
a la de ellos? Somos todas personas y casualmente todos tenemos sueños, afectos
y sentimientos que nos hacen únicos pero iguales a la vez. Hoy día resulta
arcaico y prácticamente aberrante que haya existido el feudalismo como sistema
de división de tierras y poder, seguramente (espero) en 300 años resulte
aberrante para nuestros tataranietos el modo de vida conflictivo que llevamos
hoy día, con regionalismos y nacionalismos absurdos. Pero mientras tanto, no
nos queda otra que aceptar que nos interroguen en fronteras como delincuentes
por tener pasaporte sudaca (en la mejor de las situaciones), o que directamente
nos nieguen la entrada en otros países, en las peores situaciones, como les
pasa a los albanos con Grecia.
Prefiero a la libertad en remera y zapatillas que las libertades
de saco y corbata, o de gorrita y macana, como en este caso.
Pido
disculpas por utilizar este medio de crónica viajera para expresar pensamientos
personales pero me resultó terapéutico en función de nuestra travesía. Así fue
que llegamos a lo de Nasos (posta se llama así), nuestro anfitrión en Yanina,
tarde pero seguro. Este muchacho griego de 23 años dejó su Thessaloniki natal
para estudiar en la Universidad programación de computadoras. Después de 3 años
se dio cuenta que le tiraba más la música, así que ahora intenta hacer un combo
haciendo música con la pc. Se lo ve muy contento de haberse “despegado” de los
padres y tiene ideas muy interesantes de la vida, un pibe inteligente que le
encanta salir de noche con todos sus amigos “nuevos” de la facultad. Realmente
Ioannina está colmada de adolescentes universitarios, que se los puede ver de
día paseando por el lago o de noche, en los bares.
Mezquita de Ioannina, herencia del Imperio Otomano |
Nuestros
dos días en Ioannina fueron muy lindos, amigables diríamos. Nasos nos presentó
a su grupo de amigos y fuimos todos juntos a pasear a la isla. La ciudad tiene
un centro muy pintoresco, un casco histórico con un castillo y murallas de la
época del Imperio Otomano, y una isla muy bonita. Caminamos bastante, sacamos
fotos y charlamos de todo. Nos sorprendió lo informados que estaban sobre temas
sudamericanos y la historia de nuestro continente natal. El punto culmine de
sorpresa fue que una de las amigas de Nasos nos citará a Galeano en su
explicación de la “utopía”, se la sabía de memoria. Yo gracias que me acuerdo
más o menos el fundamento de la “Alegoría de la caverna” de Platón.
Nos
despedimos del anfitrión más joven de todo nuestro viaje hasta el momento
sabiendo que antes de volver a Argentina tenemos que comprar Tsipouro, una
bebida alcohólica que a Nasos le encanta. Nos esperaba en Patra (o Patrás, en
español) un griego hispano hablante que se llama Panagiotis pero que por suerte
el sobrenombre es simplemente Panos.
Barco en el puerto de Patras |
Panos
es un genio, fue uno de esos couchsurfers que te dejan un recuerdo genial. El
flaco es médico y está haciendo un master, pero es de los tipos más sencillos
que conocimos. Le gusta hospedar gente para practicar idiomas porque también
hablaba inglés, italiano y francés. Es fana de los juegos de mesa, es activista
por los derechos de los inmigrantes en Grecia (un tema muy delicado) y muy pero
muy calmo. Nuestro Día de la Memoria (24 de marzo) lo conmemoramos contándole a
él lo que sucedió en Argentina, y recibimos en devolución una grata clase de
historia contemporánea griega. Pienso que este viaje nos está sirviendo para
confirmar y complementar mucho de la historia de Europa que leímos y aprendimos
en la facultad, como que los recuerdos se te pegan más en la cabeza que las
letras, y que hacen una muy buena combinación.
Así
pasamos unos días en Patras, jugando juegos de mesa y conociendo una ciudad
poco turística pero de mucho paso comercial. El puerto de la ciudad está lleno
de barcos grandes de donde suben y bajan camiones.
Seba pensativo, mirando los peces |
Jugando con Panos. Ganó siempre él, salvo la última jaja |
Nuestro próximo destino es Atenas, la ciudad capital que no
necesita presentación porque todo el mundo conoce o escucho hablar. Vamos a ver
los miles de años que yacen sobre su suelo, con la paz de que estamos haciendo
lo que queremos, la alegría de haber tenido dos muy buenos anfitriones pero con
un poquito de sabor amargo de que el resto de los griegos no nos miran con
buenos ojos.