Levantarme
a las seis y media, ducha matutina despierta-muertos, vestirme medianamente
formal para ir al trabajo mientras veo el noticiero, caminar hasta la estación,
viajar en el querido Roca (¡el tren eh! nunca le diría “querido” a uno de los
asesinos de los pueblos originarios de nuestro país), combinar con el subte que
voy igual o más apretado que en el tren, llegar a la oficina y empezar con unos
mates (probablemente uno de los mejores momentos de la mañana) y con el trabajo
del día. Un almuerzo con los genios de mis compañeros de trabajo y empezar a
contar las horas para salir. Una vez afuera, tipo cinco y media, subte y tren
otra vez para ir a la facu. Cuatro horitas de cursada y a las diez estoy libre,
fresco como una lechuga para empezar el momento del día en que ya no tengo
responsabilidades u obligaciones. Me tomo otra vez el tren hasta casa, llego
diez y media, ceno, miro una serie y a la cama que al otro día hay que
levantarse temprano. Gracias por todo, felicidades.
Quise
empezar este post con uno de mis típicos días en Buenos Aires, y como le digo
desde que empecé el viaje, “my old life” (en inglés porque con la gente acá
hablo en un inglés que tiene serias dificultades para mejorar. No es mi culpa,
es el inglé). No se piensen que un día de Flor es mucho más relajado, es
exactamente igual solo que a sus viajes hay que agregarle un colectivo y
restarle quince minutos en total, que aunque no lo crean, es una diferencia
grande que hace que muchas veces vayamos a dormir a su casa porque “queda más
cerca” de capital. Cuando sale la charla sobre esa “antigua vida” con la gente
que fuimos y vamos conociendo en el viaje, la expresión en las caras de todos
se repite sin importar si son croatas, turcos o polacos, todos abren grandes
los ojos y dicen algo como “es una locura” o “you are fucking crazy man”.
Nosotros les explicamos que no, que mucha gente en nuestro país vive a ese
ritmo y que varios inclusive trabajan más horas que nosotros. Es que en regla
general nuestra experiencia nos marca que el europeo trabaja menos y “vive”
más. Es cierto que en Rumanía laburan más que en Grecia, y que los tanos andan
más “de acá para allá” que los austriacos (¿vagos?), pero en ningún lado
percibimos en la gente que nos hospedó ni en la que vimos en la calle, el nivel
de caos y estrés que hay en Buenos Aires. “Pero claro, si allá están bárbaro y los
gobernantes no son chorros” sería un pensamiento típico. Y yo tengo dos
respuestas a eso: primero, no toman mate así que el nivel de vida de acá es
bajísimo (????) jajaja, y segundo y más “en serio” es que en Argentina me cansé
de escuchar “hay que romperse el culo laburando” o “el problema es que acá hay
muchos feriados” ¿y saben qué? Si, en Sudamérica en general tenemos muchos
feriados, pero la gente en Europa trabaja a ritmos mucho más relajados que no
necesitan de días libres, porque básicamente cualquier día de la semana se los
puede ver yendo a pescar a las 4 de la tarde cuando salen del trabajo o al
parque de pic nic a las 10 de la mañana. Y los parques son una maza, ¿leíste
Mussi? Ponete con un parque como la gente en Bera (no vale el Parque Pereyra, uno más cerca del trocen).
Panorámica de Vilnius. Sí, esto es una capital, plagada de edificios (?) |
Nosotros en el callejón de los artistas... |
¿Cómo?
¿Qué vinieron a leer lo que vivimos en Lituania y Letonia? ¡Uuh cierto! Bueno, me
desvíe un poco al principio pero me parece interesante transmitir algunos
puntos de vista que tenemos desde Europa porque también es una manera de
viajar. Cuestión es que nos fuimos para Vilnius, capital de Lituania, donde nos
esperaba Virginija (que se pronuncia Virginia, como en español), una señora de
sesenta y pico que con el objetivo de devolverle a la gente un poco de la
hospitalidad que ella recibió en sus épocas de viajera (“cuando couchsurfing no
existía pero la gente hospedaba desconocidos igual”, dijo) y porque sus hijos
también son viajeros “de ningún lado”, nos abrió las puertas de su casa con una
buena onda terrible.
La Sirenita de Vilnius. Es una especie de copia de la que está en Copenhague. Fotón |
Así fue
que en las primeras horas en casa de esta amabilísima señora aprovechamos la
intensa lluvia para googlear un poco de la ciudad y el país. No, no teníamos ni
idea de donde habíamos ido jaja nunca había estado en los planes ni sabíamos
nada de su más que interesante historia. Si bien Vilnius no deslumbra es
coqueta con algunos puntos interesantes para conocer: un callejoncito con
algunas obras de arte “pegados” en la pared por parte de artistas locales, un
lindo centro histórico bien tranquilo para pasar unas buenas horas de caminata
y las ruinas del fuerte, en la colina, que son muy interesantes de ver además
que desde arriba hay una excelente panorámica de la ciudad.
Flor en el Castillo de Trakai |
Lo
mejor vino en la tercer jornada cuando fuimos a visitar Trakai, ciudad que
antiguamente fue la capital pero que hoy en día parece más un pueblito olvidado
que un “centro de algo”. Cruzar Trakai a pie nos llevó unos 40 minutos para
llegar a un gran parque boscoso cruzado por un calmo río del que se desprendían
algunos arroyos que para la imagen colectiva Argentina puede parecerse al Tigre.
En medio de este lindo espectáculo de la naturaleza se encuentra el castillo de
Trakai, fundado en el siglo XIII por el Duque Gediminas, que maravillado por el
lugar se mandó esa casita. Como se ve en las fotos el castillo y el ambiente no
tienen desperdicio. Nos comimos unos “sanguchitos” junto a las murallas medio a
las apuradas porque se venía la tormenta, que finalmente nos agarró volviendo
jaja.
El genial castillo de Trakai. Las nubes asoman curiosas |
Les
tiramos un par de datitos de color que a algunos amigos les gusta:
-
En Lituania comimos unos quesitos ahumados
llamados “Rambynos” (serían excelentes para picadas) que se parecen a
salchichitas y son EXQUISITOS. No podíamos parar de comer y nos daba un poco de
vergüenza porque Virginija nos miraba con cara de “se los están morfando
todos”.
-
También comimos un queso en barra, cubierto de
chocolate y frío. Suena loco, pero es delicioso. Los varškės sūrelis se
consiguen en cualquier supermercado y la rompen.
-
En Lituania y Letonia hay una sopa típica hecha
a base de remolacha con un color rosa intenso que te hace sentir que te estas
tomando el brebaje más transgénico y radioactivo del planeta. Sin embargo es
rica y dulce, excelente para mojar el pancito.
-
El idioma lituano, el letón y el estonio son
completamente diferentes entre sí. El estonio tiene la particularidad de que
solo es hablado por un millón de personas en todo el mundo, ellos; y no es ni
siquiera parecido a los otros (un lituano y un letón se entienden como si un
argentino hablase con un brasilero, ponele). El estonio es totalmente
diferente.
En centro de Riga, bonitas construcciones. |
Después de una segunda visita a
Vilnius, esta vez con la guía de Virginija, entendimos mucho más de la historia
tanto del país como de la ciudad y de los muertos por persecución política de
los últimos 30 años. Con esa despedida nos fuimos a Letonia, a Riga, donde nos
esperaba otro couchsurfer: Jan.
Almorzando frente al mar. El viento tenía hambre y se quería llevar nuestros pancitos con queso |
Riga
es una ciudad mucho más grande que Vilnius, quizás tenga más población que todo
Lituania. Tiene un gran puerto y un centro comercial grandísimo. Sin embargo
recorrerla no es mayor problema, con algunas horas de caminata nos sobró tiempo
para ir a pasar un rato junto al ventoso mar. En el almuerzo conocimos a Ricardo,
un argentino que vive en Italia hace algunos años, casado con una rusa y con
hija e hijo ambos tanos. Viven en Verona y él está enamorado de vivir en
Europa, si bien no reniega de su país natal ni nada por el estilo, lo notamos
muy feliz de poder criar a sus niños en el ambiente de seguridad que le da
Italia. Trabaja en una compañía y su viaje a Letonia era laboral porque resulta
que este país báltico, que hace las veces de jamón del medio, se integró hace
menos de 6 meses al Euro y, según nos contó, es una especie de paraíso fiscal.
Paseando por Valmiera. Ciudad universitaria. Si, así de poblada |
En Riga nos hospedó Jan, un rubio
alto de treinta y pico que heredó plata del padre y se construyó su caserón a
30 minutos de la capital, en un barrio en el medio del bosque y relativamente
cerca del mar. Como se mandó a construir la casa él, como se le cantó, le puso
un sauna adentro. Resulta que los saunas son bastante comunes en Finlandia y
Rusia, por lo que teníamos entendido, pero claramente hay algunas tradiciones
que se expanden un poco. Así es que por primera vez usamos un sauna, algo que
en Argentina sería impensado y que más que nada lo utiliza la gente que le
sobra un mango, tiempo y decide meterse en una habitación a 70 grados para
transpirar. Sí, no nos gustó mucho que digamos jajaja no le encontramos
sentido. Pero bueno, siempre hay una primera vez.
HERMOSA |
Después de un par de días en Riga
nos alejamos del caos y nos fuimos a una ciudad de poquitos habitantes que se
llama Valmiera. Queríamos conocer Letonia desde fuera de la capital y teníamos
muy buenas recomendaciones de Cesis (antigua centro en la Edad medieval), pero
como no encontramos lugar donde quedarnos nos fuimos a Valmiera, que queda
cerca y como es una ciudad universitaria, alquilamos una habitación como si fuésemos
estudiantes de ahí. De más está decir que pagamos un precio cercano a lo ridículo
por una habitación para 4 con baño y toda la chachara.
Interior del Castillo de Cesis |
Desde una de las torres del Castillo |
De Cesis se dice que ahí está la
verdadera cultura letona, fuera de la globalización que puede tener una gran
ciudad como Riga. Y bastante de eso encontramos. El castillo fue construido
hace más de 800 años por unos caballeros que se llamaban “Hermanos Livornios de
la Espada”, muy de cuento de hadas, pero ¿de donde se piensan que salieron esas
historias de valientes y nobles guerreros en grandes castillos? Sí, estos
fueron uno de esos grupos de caballeros que inspiraron cuentos. La fortaleza se
encuentra actualmente bastante deteriorada debido a que cerca del 1580 los
defensores prefirieron destruir su propio hogar antes que dejarlo en manos de
Iván El Terrible, que se encontraba próximo a conquistarlo. “Si no lo tengo yo
que no lo tenga nadie” pensó alguno, y decidieron prenderlo fuego. Luego de eso
fue reconstruido en 1620 pero en 1777 fue destruido parcialmente, de nuevo, por
el Ejército Ruso. Si bien lo hicieron bolsa varias veces nunca lo destruyeron
del todo y por eso lo seguían reconstruyendo.
Seba boludeando con el farol jaja ¿miedo? |
Desde el calabozo del Castillo... |
El paseo hoy en día es una de las
atracciones más interesantes que tiene Letonia, sin embargo cuando nosotros la
hicimos solo habían un par de personas más. O sea, este hermoso país báltico no
tiene “turismo” como quien dice (puntazo a favor). Para hacer el paseo te dan
un farolito con una vela (lo que de la una ambientación genial) y se puede
recorrer las antiguas torres, el sótano y los salones. La verdad que la pasamos
muy bien en este pueblito que derrocha paz, gente cálida y muy amable, una
laguna con cisnes y patos donde comimos un almuerzo riquísimo y el castillo que
es un cacho de historia que nos remonta a época de cuento.
Castillo de Cesis. Las piedras circulares que se ven abajo, son municiones reales de catapulta de la época. |
En el próximo post les contamos
de la joya que descubrimos en Estonia, nuestro primer (y único) vuelo dentro de
Europa y los días en Suecia, en la casad de un vegano totalmente de remate.
Gracias por leernos!!! :D